Sunday, August 26, 2018

Diques y certezas




Mis enemigos me van a asustar
Cuando comiencen a tener razón
- Indio

En un año y monedas tendremos elecciones en la Argentina. Hay cronograma, hay encuestas, hay candidaturas. En 2019 habrá cambio de gobierno. Y sin embargo nada de eso transcurrirá en condiciones normales. Anticipo: va a ser un QUI LOM BO. Un bardo, mal. La institucionalidad, el republicanismo, las garantías, nada de eso. 

El macrismo descalabra y se desvanece en un gobierno de ocupación; el poder duro desespera ante la perspectiva del retorno del populismo y acelera para proscribir a Cristina. El escenario está abierto. No hay guión, no hay reglas, todo es caos bajo el sol, pero tenemos algunas certezas. Veamos:


Ocupación

Un gobierno existe en tanto toma decisiones de forma autónoma, controla la agenda pública, construye poder y lo administra. En estos términos, el gobierno de Macri ya no existe: sólo quedan las botas, el Fondo, y el odio. La represión, el ajuste y la persecución.

Quizás el mejor síntoma del fin del gobierno es toda esta ridiculez del flan. Un gobierno que se jactó de la comunicación, de escoger cada palabra cuidadosamente, de construir relatos, slogans, ideas-fuerza, timbreos guionados; todo el duranbarbismo y marcospeñismo y foniatras y teleprompters, y "¿Qué estamos diciendo?" desde la Jefatura de Gabinete. Todo todo eso terminó en un flan. El macrismo ha perdido el control de su propio relato y de sus propias bases, como ha perdido el control de la economía, la política y la sociedad. 

La entrega del gobierno al FMI, las influencias norteamericanas en temas de seguridad y defensa, y el acople a la estrategia regional del "lawfare" conforman lo que el compañero Andrés "Cuervo" Larroque llama un gobierno de ocupación. El macrismo ya no existe. Estamos batallando contra otro tipo de adversario: el PODER DURO, que no se combate sólamente voto a voto, aunque también. Y que es capaz de CUALQUIER COSA, repito, CUALQUIER COSA antes de ver a Cristina otra vez en la Rosada. Como dice el compañero @dos_pizzas, la paradoja es que elles mismes han creado su propia pesadilla, el operativo clamor.


Proscripción

La Embajada norteamericana ha decidido proscribir a Cristina, la líder política más importante de la Argentina y la favorita para las elecciones 2019. La democracia, entonces, queda en jaque. El nombre de Cristina se vuelve sinónimo de democracia. Como Perón en tiempos de Resistencia, como Lula en Brasil. 

Este escenario "excepcional" requiere que abandonemos o por lo menos pongamos en pausa todas las especulaciones, tácticas y análisis de la normalidad democrática. Discutir alquimias electorales, si unidad del peronismo, si las PASO o no las PASO, si el techo bajo o el piso alto, si renovación o sarasa, todas esas opiniariedades ya fueron. Quieren proscribir a Cristina, entonces nada de eso ya importa. No es tiempo de asados, ni de cafecitos, ni de rosca.

Decir hoy que "el límite es Macri" es desconocer la persecución a Cristina. El límite ya no de un armado político sino de la democracia misma, es qué posición tomará cada sector y cada dirigente frente al intento de destruir a la principal líder popular de la Argentina. No hace falta coincidir políticamente con ella en absolutamente nada. Pero quien no denuncia la proscripción, es cómplice.


Diques

Hace unos meses, el compañero @fedegvazquez escribió en Artepolítica un lúcido análisis que afirma algo sencillo y contundente: Brasil avanza calmo hacia el abismo. Un parrafito:
Ahí termina todo. No hay más. La imaginación de la elite brasileña para terminar con el ciclo histórico del lulismo quedó en encarcelar a Lula y prohibirle participar en las elecciones (falta una última decisión judicial que todos dan por descontada). En parte, esta ausencia de imaginación electoral es hija de la decisión de sostener a Michel Temer, rechazado por más del 90% de la población. 
La clase dirigente brasilera, tanto política como económica, ha aceptado suicidarse con tal de evitar el retorno de Lula. Se prenden fuego, se bancan ir en cana, estrellar la economía, corroer sus representaciones, todo para que no vuelva el populismo. Y sin embargo, se les está complicando la cuestión. Los plazos no les dan para prohibirlo y la ONU pide que se dejen de joder. Lula gana en primera vuelta, y su delfín Fernando Haddad (en caso de que le impidan competir), parece que no gana en primera pero entra en balotaje y ahí el escenario es incierto contra Bolsonaro.

La estrategia de proscripción de Lula entra en su recta final, y hay que seguirla con atención. Ahora bien, a diferencia de Brasil, la persecución a Cristina se enfrenta a por lo menos tres diques de contención. Tres límites que impiden que la bestialidad persecutoria se despliegue con toda impunidad: la calle, los fueros y el peronismo:

1) La calle: Los niveles de organización y movilización popular en la Argentina son históricamente altísimos, esto no es novedad. Los últimos dos años y medio de gobierno de Macri han demostrado una gimnasia callejera inusitada. Millones de personas han marchado, muchas por primera vez, muchísimas sueltas, muchísimas organizadas. Sin mucha excusa, Cristina por sí sola es capaz de congregar enormes multitudes; recordar el 9 de diciembre de 2015 en Plaza de Mayo, el 13 de abril de 2016 en Comodoro Py, el 16 de octubre de 2017 en Racing. Se aproxima una gran movilización en defensa de Cristina, ustedes también lo sienten, ¿no?

2) Los fueros: Es cierto que Cristina estuvo dos años sin fueros y nadie pidió la detención. Pero aquí estamos, pasado 2017, con los fueros de Cristina y dos pedidos de detención. Bonadío quiere encanar a Cristina por "traicionar a la patria", por unas fotocopias y las tristes "confesiones" del gran empresariado argentino. Los fueros parlamentarios en la Argentina, consagrados en la Constitución, funcionan como la última línea de defensa institucional contra la persecución. El lawfare llega hasta ahí. El Senado de la Nación, con todo lo dinosaurio que se mostró votando el aborto, será una institución conservadora pero también es federal y democrática. Y hasta que no levanten la manito dos tercios de les presentes, Cristina está en libertad. Los votos que le faltan a la Embajada y a Bonadío, son los del peronismo.

3) El peronismo: Finalmente ¡ay! tenemos peronismo, que es mucho mucho más que el PT brasilero y ese engendro de alianzas que construyó Lula con el PMDB para ganar y gobernar en tiempos mejores. El peronismo realmente existente, ese gigante invertebrado con unidades básicas en cada rincón de la patria, con sindicatos, intendentes, gobernadores, diputades y senadores nacionales. Desaforar y proscribir a Cristina no puede hacerse sin la complicidad de la mayoría de les compañeres del Partido Justicialista. ¿Entonces?

Se presenta así el dilema del peronismo: ¿entregar a Cristina o abrazarla? ¿No comparten electorado gobernadores y Cristina? ¿Qué pasará con la intención de voto de gobernadores peronistas que otorguen los votos para desaforar a Cristina del Senado?  ¿No sería esa la forma más indiscutible de traición política? El peronismo puede entregar a Cristina y arriesgarse al suicidio electoral, o aceptar, aunque sea a regañadientes, la verdad peronista n° 21 de nuestra época: Cristina es Perón.


Certeza

El "lawfare" ha sido exitoso hasta ahora en amedrentar, proscribir y perseguir a líderes populares. Pero no ha logrado su objetivo fundamental: quebrar el vínculo entre pueblo y líder. Lula encabeza las encuestas, y Cristina también; y ningune de les dos baja las banderas. En su épico discurso del miércoles 22 de agosto en el Senado, Cristina fue categórica: no me arrepiento ni me doblo.

La desesperación del sistema por destruir a Cristina irá aumentando en la medida en que su victoria electoral se vuelva más probable. Pero a Cristina no la van a poder quebrar, y tampoco podemos permitir que nos quiebren a nosotres. Lo decía Máximo Kirchner en Ensenada: buscan desmoralizar a la sociedad y a la militancia; porque entonces sí pueden derrotarnos. Debemos fortalecer la voluntad transformadora del kirchnerismo, en sus votantes, en sus bases y en sus dirigencias.

Cristina es nuestra principal certeza. Aunque le tiren con de todo, no se va a doblar ni se va a arrepentir. Quieren bajarla, no saben cómo hacer, y está dispuesta a ponerse la patria al hombro, a conducir esta bendita nación una vez más. La pregunta entonces es: ¿nosotres qué vamos a hacer?

El kirchnerismo afronta dos tareas: la organización y la representación. Primero la organización en tanto vivimos en momentos de peligro inminente. Se suele hacer preguntas del orden: ¿Qué pasa si...? Bueno, frente a cada circunstancia, Cristina y quienes ella designe tomarán decisiones; y es nuestra tarea darle la mayor relevancia, difusión y acatamiento a esas decisiones. Cristina pide: no vayan a Comodoro Py, no vamos. Unidad Ciudadana convoca semaforazos en defensa de Cristina, vamos a los semaforazos. Acercate a una unidad básica y el resto se acomoda solo.

En función de la organización viene la representación. Más organización, mejor representación. El gobierno se desmorona, la economía se va al tacho y de lo único que pueden hablar todes es sobre Cristina y el kirchnerismo. Entonces, al igual que en 2016, Cristina y el kirchnerismo tenemos que hablar de los problemas de la gente. No alcanza con hacer una defensa cerrada de los 12 años de gobierno (#NoMeArrepiento), lo cual también es necesario, sino también ser vehículo para denunciar el presente y construir el futuro. Se vuelve menester explicar a la sociedad lo que haremos para sacar el país adelante una vez que estos chetos vendehumo hayan terminado con él.

El tema no es volver sino, como siempre dice Máximo, construir lo que viene. El gobierno sólo puede representar el odio a Cristina. Por la positiva no puede representar nada. Ahí se abre el vacío para que Cristina sea la palabra que represente todo. Todo lo que el gobierno destruye y tenemos que reparar, todo anhelo de algo mejor, toda esperanza de salir adelante, toda lucha, toda conquista por venir. Vamos a vencer.





















☝☝Épico diseño cortesía de @unterrikola☝☝