Friday, August 25, 2017

Un orden futuro





"Todos nuestros hijos van a poder comer
y en nuestras almas va a dejar de llover"

Callejeros


Este blog no va a hacer análisis electoral. Ya hubo mucho de eso, muy bueno y no tan bueno. Creemos sí que hay que decir tres cosas para empezar:
  • Cristina ganó contra todo y el kirchnerismo vive (no sólo en el conurbano)
  • Cambiemos es un adversario potente y mucha gente los vota de buena leche.
  • El modelo económico macrista (fuga-deuda-ajuste) no cierra, y la gente queda afuera. Eso tarde o temprano se cae y hay que estar a la altura.
Planteábamos hace unos meses que no se trataba de volver al gobierno, sino de construir poder en la sociedad. Lo importante es hablar de 2018, del ajuste que se viene, y juntar fuerzas para enfrentarlo; no de 2019 y las roscas pejoteriles para llegar a la Rosada. Para eso ya está Urtubey, allá él.
Las elecciones de agosto muestran que muchísima gente fue a las urnas a votar en defensa propia, y mucha gente no. Hay que trabajar sobre lo que falta. La unidad ciudadana nació como una fuerza política que elabora esperanza sobre el dolor del ajuste. Te pone la oreja, te recorre los barrios, te entra a los comercios, a las fábricas, a las escuelas, y te escucha. Pero la unidad ciudadana también habla y construye desde la palabra. En tiempos de desconfianza política y posverdad, estamos en tren de crear un nuevo lazo de confianza con la sociedad, y esa confianza debe estar fundada en la idea de un orden.
¿Orden? Sí, orden. Una idea difícil de tragar para quienes provenimos de la izquierda emocional, quienes nos sentamos siempre al fondo del aula para hacer quilombo, quienes cuando nos dicen orden pensamos en policía. Pero no, hablamos de otro tipo de orden. Un nuevo orden, un orden futuro. Si Macri te desorganiza la vida, nosotres queremos volver a organizarla. Ponerle límites a tanta locura. Hablamos de reparar el daño, de recuperar la Patria. ¿Podemos ser nosotres, las kukas desestabilizadoras, garantes de un nuevo orden? Veamos.

El club del helicóptero
Tenemos mala prensa, ya lo sabemos. No dejamos gobernar, somos amigos del piquete y del corte de ruta. Somos aliados de los iraníes, los kurdos, el Boko Haram, y Jones Huala milita en Nuevo Encuentro. Dicen que La Cámpora esconde armas en las escuelas,  que apretamos jueces, que tenemos dipuespías, que contratamos psicoanalistas para que lobotomicen pacientes, que defendemos a los sacapresos, y que todo conflicto social en la Argentina es culpa de la grieta y por lo tanto de Cristina. La idea de un kirchnerismo desestabilizador, que quiere que al gobierno le vaya mal y pone palos en la rueda, puede sonarnos ridícula y hasta delirante, pero hace mella en la sociedad y debemos tomarla seriamente.
La fina tarea cotidiana de asociar VIOLENCIA = KIRCHNERISMO opera sobre un contexto social donde el miedo impera. El neoliberalismo domina a través del miedo al otro, el aislamiento, la desconfianza. El miedo a perder el empleo, a no llegar a fin de mes, a que me roben, a que te saquen los remedios, a los femicidios, a un motochorro. Todo miedo es antipolítico, desmoviliza. Y en ese combo, se trabaja para que el kirchnerismo también asuste, atemorice. Escuchen a Patricia Bullrich estos días. ¿Qué pasa si vuelven los K? Vamos a terminar como Venezuela, con desabastecimiento, muerte en las calles, dictadura, violencia violencia violencia. El kirchnerismo es violencia, y por lo tanto es caos. Y la Ministra de Seguridad vino a poner orden en la sociedad. Porque la única forma de poner orden es con la policía y la gendarmería. Maldonado, bien gracias.
¿Somos desestabilizadores? ¿Queremos que este gobierno termine como De La Rúa? ¿Queremos que Macri caiga? No, no queremos nada de eso. Repitámoslo, no queremos nada de eso. No seamos la caricatura que quiere construir el macrismo de nosotres. Nosotres creemos en la democracia, y creemos que todo el daño hecho se puede reparar, que el rumbo se puede corregir. Lo dijo CFK con científicos: “No queremos que al gobierno le vaya mal, queremos que deje de hacer mal las cosas”. También en Sarandí, en la madrugada del lunes 14, luego de que nos secuestraran los votos, Cristina le pidió al gobierno que pare la mano, que baje los decibeles:
Un país no se puede gobernar enfrentando a unos con otros. No se puede gobernar así. Los argentinos no nos merecemos esto. Y esto no significa no discutir. No hay que tenerle temor ni a la discusión, ni al debate. Es parte de la democracia. Es lo que hace que uno se sienta vivo. No estoy hablando de eso. Estoy hablando del enfrentamiento, del odio, de la estigmatización del otro.


Restablecer un orden

Profundicemos la idea del orden. El macrismo no cree en la democracia, por lo que el único orden que puede concebir es un orden policial. No hay en su horizonte un orden constitucional, un orden social, mucho menos un orden económico. Bien dice Damián Selci en una columna reciente: nosotres sabemos cómo termina esto. Al igual que el menemismo y la dictadura, la derecha vino a hacer lo que hace la derecha en Argentina, por más que haya llegado por los votos y se mantenga con ellos. Su programa de gobierno es fugar, endeudar y ajustar; que los platos los pague otro. Restringir derechos, bajar salarios, achicar la democracia. Otra vez sopa.
Ahora bien, ¿cómo decir todo esto sin que parezcamos el Partido Obrero? ¿Cómo nombrar toda la destrucción que viene sin parecer profetas del apocalipsis? Dice Íñigo Errejón, hablando sobre el populismo:
Las fuerzas que aspiran a construir un pueblo... portan siempre un proyecto de reconciliación de la comunidad -o al menos de su 99%, la parte que ha de volverse el todo... Es decir, una promesa de restablecimiento del orden…. Cuando las fuerzas populares profetizan las siete plagas de Egipto como condición del cambio, nuestras sociedades suelen preferir, con buen tino, la conservación de lo existente. Su función histórica debe ser, más bien, la de representar ese anhelo nostálgico al tiempo que le da una respuesta innovadora y transformadora en el día a día para reconstruir un nuevo pacto social del S. XXI que equilibre la balanza y derrote la ofensiva codiciosa de los de arriba. El contenido del radicalismo democrático posible y necesario en nuestro tiempo, por tanto, no es el de romper los acuerdos sociales sino fundarlos de nuevo, no es aumentar la incertidumbre sino reducirla, no es “rasgar el orden” sino restablecerlo: infundir capacidades y confianza en los de abajo, ampliar su radio de acción, fortalecer sus vínculos como comunidad y los dispositivos institucionales a su servicio.
Iñigo escribe y parece que remite a la vieja idea peronista de la comunidad organizada. Porque, por paradójico que suene, nuestros proyectos populistas son transformadores pero también son profundamente conservadores. Ante un neoliberalismo que con valores del siglo XXI viene a destruir el tejido de la sociedad, nuestros populismos recuperan y reponen valores clásicos del siglo XX: la familia, el trabajo, la fábrica, el barrio, la Patria, la solidaridad, la movilidad social ascendente, el cuidado del otro, la comunidad. Por supuesto, estos valores deben ser actualizados, repensados, reformuladores, reinventados, atravesados por el feminismo, el multiculturalismo y tantos otros valores “nuevos”. Pero el horizonte no es el de una “revuelta” o una “revolución” en su sentido clásico; sino el de una comunidad que repara su daño. Claro, no entra todo ahí, entra el 99%. Monseñor Aguer, la Sociedad Rural, Cecilia Pando y el CityBank que vean dónde se acomodan. Una comunidad reparada tiene conflicto, tiene debate, tiene contraposición de ideas y de fuerzas, pero sin violencia. En paz.

El deseo de ciudadanía
Una tangente del rock: Callejeros seducía en los tempranos 2000 anunciando un orden por venir. No relataba la desolación neoliberal, como el baldío de La Renga donde caían los ángeles y en sus ojos hablaba la tristeza; o la guitarra de Bersuit que gritaba que en la selva se escuchaban tiros y se venía el estallido. La voz del Pato Fontanet cantaba de un futuro cierto que estaba en ciernes. Gardel va a tocar con los Beatles en la plaza del barrio, Bob Marley va a rugir en Cemento con los Rolling Stones. Decía en los recitales: "luchemos por lo imposible porque lo posible se agotó". Enunciar no ya como posible sino como cierto lo imposible, revitalizaba un rock que había sido cronista de la devastación en la década anterior.
Unidad Ciudadana tuvo un enorme éxito en la campaña. Como dijo CFK en su comunicado posterior a las elecciones, “hemos recuperado para el debate político los problemas de la vida cotidiana de la ciudadanía: trabajo, comida, tarifas y medicamentos. La dignidad ciudadana, por fin, en el centro del debate.” Sin embargo, no alcanza con ser cronistas de la devastación de un ajuste neoliberal que recién comienza. En un debate reciente publicado en Tiempo Argentino, alerta Jorge Alemán:
El kirchnerismo ha querido dar lugar al desgarro, a mostrar cómo la vida se desorganizó, esa fue la fórmula. Pero hay un problema. Y lo que voy a decir no es meramente psicoanalítico. El problema está en la figura de la víctima. La víctima es pasiva. Es una figura de la pasividad que tiene en eso su propio límite. Denuncia la situación en la que está involucrada, pero no dice qué quiere. Todo lo catártico se agota inmediatamente en sí mismo. Lo catártico se caracteriza porque se reinicia una y otra vez sin modificar nada. Y el problema es que, para construir ese pueblo en el que se anude a la ciudadanía, tiene que aparecer de nuevo un tipo de deseo. No alcanza con sólo narrar. No es sólo narrar el infortunio. Es necesario expresar qué quiero, y que quiero otra cosa. Y en cuanto a lo de la construcción del pueblo como sujeto, eso no significa solamente que se unifiquen fuerzas políticas, o que haya una interna. Hay que partir del reconocimiento de que lo que había antes ya no está. Hay que ver si se lo puede crear nuevamente. Y, en el caso de lograrlo, nunca será igual a lo de antes.
La batalla es cuesta arriba. Hemos ganado las elecciones primarias enfrentados a la Suma del Poder Público, como la ha caracterizado CFK. Octubre se avizora como una compleja disputa cabeza a cabeza, voto a voto, donde la ciudadanía tendrá un papel fundamental en defenderse y hacer campaña por sus propios medios. Pero bien lo dice Alemán, no será suficiente narrar el desgarro, sino que debemos proponer un orden futuro, reconstruir un lazo de confianza y deseo con la sociedad. Ahí están los 15 puntos del programa de Unidad Ciudadana, como punto de partida; ahí están los cuatro pedidos de emergencia en el segundo Sarandí (tarifas, empleo, medicamentos, alimentos). Ahí está Cristina, dispuesta a dejarlo todo para construir una nueva mayoría. Pero no alcanza sólo con ella. Cada une tiene que hacer su parte.


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