Monday, June 12, 2017

Táctica urbana





Ahora es nuestra la ciudad
Ahora es nuestra y nada más

- Los Gardelitos


En las charlas informales de la militancia kirchnerista de nuestra Ciudad Autónoma, suele aparecer con frecuencia la idea de que no tenemos un proyecto para el distrito. Que jamás logramos construir una propuesta seria y convincente que logre que la ciudadanía nos crea, se entusiasme y nos acompañe. También se ha generado, en consonancia, cierta resignación que reza que la Ciudad es inganable, que es gorila, que nunca un peronista ganó (“salvo Erman Gonzalez, pero ya sabés”), que debemos conformarnos con volver a ser segunda fuerza para aportarle votos al proyecto nacional. Este cúmulo de ideas resignatorias debe ser abandonado porque, además de desmotivantes, son falsas.

Lo que requerimos en la Ciudad no es sólo un “programa de gobierno”, o propuestas concretas, porque eso siempre lo hemos tenido. Basta chusmear los trabajos de la Fábrica Porteña, la actividad parlamentaria de nuestrxs legisladorxs, o el programa de Mariano Recalde en 2015 para saber que ideas no nos faltan. Tampoco requerimos escondernos atrás de un candidato marketinero y salvador, como algunxs compañerxs piensan. Ojo, esto no es decir que esas cosas no sean útiles ni válidas, pero lo que realmente nos hace falta es una táctica para nuestra política, que nos permita construir un pueblo urbano, clarificando para quiénes sí y para quiénes no pretendemos gobernar. Una hoja de ruta para ganar y transformar.


La estrategia 

Primero, enmarquemos nuestro debate táctico en el marco de una estrategia general. Para volver al gobierno, dice CFK, debemos construir una mayoría nueva, distinta de aquella con la que gobernamos durante 2003-2015. Eso requiere reformular nuestras alianzas, nuestras acciones, y nuestro discurso. Necesitamos otro “relato”, porque el de 678 estuvo bien en su momento, pero hoy no nos lleva ni a la esquina.

Lo hemos dicho en otro lado: la “grieta” es una herramienta del adversario para neutralizar nuestra política popular. Todo pueblo requiere un antipueblo, pero ese antipueblo en términos cuantitativos es bien chiquito, minúsculo. Un puñado de familias, ponele. Confrontamos con los poderes reales de la Argentina y el mundo, no con el gil en la familia que los defiende. Al gil lo queremos avivar, y que se venga para acá. Porque en el fondo, acá es donde tiene que estar. Ya lo dijo alguien alguna vez, hay dos clases de personas: quienes laburan y quienes viven del laburo de otrxs.


En esta etapa de gobierno macrista, hemos encontrado una fórmula potente para nombrar nuestro adversario: el gobierno de los ricos. Los ricos es una forma de decir, porque quienes de hecho gobiernan la Argentina son las grandes corporaciones, a través de sus CEOs: Shell (Aranguren), Farmacity (Quintana), LAN (Lopetegui), General Motors (Constantini), Telecom (Malcorra), HSBC (Cabrera), y claro, el grupo Clarín, que entre otras cosas puso un juez de la Corte. Ah, y no nos olvidemos de las empresas de la familia presidencial: IECSA, Caputo, MacAir, SOCMA, etc. La lista es interminable: tres de cada diez funcionarios macristas vienen de las grandes empresas nacionales y extranjeras.


Sin embargo, confrontar directo con grandes corporaciones encuentra sus dificultades discursivas: en el capitalismo neoliberal en el que vivimos, McDonalds tiene mayor imagen positiva que cualquier dirigente político. Porque vamos, ¿quién puede odiar un Cuarto de Libra con Queso?. Es por eso que fue y es fundamental la personificación del adversario, para desarticular sus propagandas de empresas e instituciones buenas y amigables. Nombrar a Magnetto es la forma de desenmascarar a Clarín. Hablar de Lorenzetti y de Bonadío es la manera de clarificar el modus operandi del Partido Judicial. En el marco de la democracia, el imperio de la ley y la República (no hay nadie más republicanx que nosotrxs), queremos confrontar con los dueños de la pelota; no para destruirlos ni eliminarlos, sino para que aflojen un poco y repartamos mejor la torta. Capitalismo en serio, para empezar, y después vemos.

La idea del “gobierno de los ricos”, mucho más que la “CEOcracia” o “el gobierno de los CEOs”, ha calado hondo en la sociedad y nos permite visibilizar al 1% más acaudalado de la población desde una posición cultural de clase. El gobierno de los ricos es, de alguna manera, el gobierno de los chetos. Son los Macri, los Blanco Villegas, los Bullrich, los Stanley, que no tienen ni idea cuánto es una jubilación mínima porque jamás laburaron. Por supuesto, quienes somos peronistas preferimos usar la palabra “oligarquía”, o “antipueblo”; pero al decirlas ya estamos en un plano de abstracción teórica e ideológica que en un barrio no sirve para nada. La palabra "oligarquía" aburre.

El “gobierno de los ricos” como eje cultural de clase puede tener gran éxito a lo largo y a lo ancho de la patria. Ahora bien, si queremos interpelar a los sectores medios de la Ciudad de Buenos Aires, debemos desarrollarlo de forma diferenciada, nombrando adversarios concretos, para romper nuestro techo progresista histórico y recuperar el gobierno porteño para todos y todas. La estrategia macro sigue siendo la misma, pero requerimos de una táctica específica. Veamos el historial.


El proyecto nacional en la ciudad

Quizás la fórmula que mejor expresó la falta de imaginación política de cara a la compleja población porteña fue aquella del 2011 de “traer el proyecto nacional a la ciudad”. Eso que hacíamos en la Rosada, queríamos hacerlo acá. Claro, tenía cierto sentido en el contexto: CFK estaba en su momento de mayor popularidad, y Beatriz Sarlo decía absorta en La Nación que el kirchnerismo estaba logrando consolidar una hegemonía cultural en la sociedad. Quienes militamos esa campaña, en algún momento de delirio, creímos que podíamos ganarle a Macri. No fue así, ni por cerca. No fue culpa del candidato, quien hizo una excelente campaña y cosechó algunos de nuestros mejores resultados históricos en el distrito, pero el mensaje no llegó.




Allá por el 2011 se consolidaba en realidad una extraña hegemonía en la ciudad, distinta de la que intuía Sarlo: ganaba Macri y ganaba Cristina. Ganaban los oficialismos, bah. Incluso, en momentos del balotaje Macri-Filmus, el hoy presidente de la pesada herencia se animó a decir que no era imposible que la votara a CFK. Se estimaba, por esa época, que había entre 20 y 40% de lxs votantes de Macri en la ciudad que también optaban por la boleta Kirchner - Boudou, para desvelo de lxs ideologizadxs militantes que se sumaban a las huestes de las organizaciones kirchneristas por esos años.

Nuestro discurso político era estado-céntrico. En la ciudad fallaba la infraestructura, fallaba la salud pública, fallaba la educación pública, faltaban subtes. Todo eso lo podíamos transformar fortaleciendo al Estado si lxs porteñxs abandonaban a la derecha cool que lxs gobernaba. El foco de nuestra mirada estaba puesto, ideológicamente, en construir una ciudad más justa y más equitativa; pero en años de crecimiento a tasas chinas, en barrios donde las prepagas son ley y el hospital público un edificio extraño, no lográbamos hacer mella.

Ya en esa época Artemio López advertía que la ciudad se conurbanizaba en norte-centro-sur, que el relato homogéneo de la etapa ibarrista ya no pegaba, y que debíamos construir un mensaje específico para cada segmento. Mi compañero @marianocuyeu lo traducía diciendo que “nuestra propuesta para Caballito no puede ser construir hospitales en Lugano”. Sin duda teníamos proyectos para las clases medias, pero por algún motivo no lográbamos articularlos y convencer. En 2013 y 2015 corregimos algunas cosas, pero tampoco conseguimos despegar de nuestra posición de minoría; y de hecho caímos al tercer lugar, por debajo de una centroizquierda (Pino) que devino centroderecha (Carrió - Lustó) y nos llevó puestxs.


Macrismo anfibio

Suele argumentarse, con cierta razón, que Macri fue brutalmente subestimado, y en parte por eso llegó a la presidencia. Tildado como un rico facho que vive de vacaciones y no ha leído ni dos libros, se le asignaba total imposibilidad de encabezar una restauración conservadora a fuerza de globitos y bicisendas. Ya en 2014, la Revista Crisis, que jamás compró la caricatura que se hacía de Macri, nos advertía que observáramos la faceta constructora del PRO: 
El ingeniero-empresario con casco amarillo: capital, trabajo y técnica, transformación material y simbólica de la ciudad, se dan la mano. Ha comprendido que las obras resultan tan vistosas e ineludibles como una propaganda gráfica, aunque mucho más ruidosas, apabullantes y pregnantes que un spot. Más que en el anuncio y en la inauguración, la clave se encuentra en todo el proceso bullicioso: el traqueteo de la excavadora y la niveladora, la presencia de los obreros, y la sensación pringosa del asfalto recién colocado... Si bien por momentos irritan y despiertan las quejas de los vecinos, las obras son perceptibles desde todos los sentidos, son un espectáculo gratuito y a cielo abierto: un museo de la metamorfosis urbana. Haber leído o interpretado sus referencias a Cacciatore como una mera falta de compromiso democrático es, por decir lo menos, una lectura parcial.
Macri hacía (y sigue haciendo) obra pública. Bicisendas, metrobuses, pasos a nivel, túneles, puentes, obras, obras y obras. Los globitos, el antikirchnerismo y las redes sociales eran una parte de la fórmula; la otra era una gestión de transformación urbana visible y palpable.

La segmentación del discurso macrista entre centro-norte-sur fue eternizada por la figura de Cristian Ritondo, hombre fuerte del properonismo, que hacía política clientelar en los barrios del sur, mientras sus compañerxs partidarixs criticaban esas mismas políticas clientelares desde Recoleta. Y todo, absolutamente todo, atravesado por las grúas, los obreros, y los cartelitos de "Haciendo Buenos Aires". Un modelo altamente exitoso, que no pudimos derrotar porque no supimos comprender en su complejidad.

En su etapa larretista, el gobierno PRO ha avanzado un paso más, asumiendo con fuerza algunas de las banderas más importantes de la oposición porteña como propias. La urbanización de las villas y la participación ciudadana aparecen como ejes rectores de la gestión Rodriguez Larreta, dos de sus flancos más débiles años ha. El Jefe de Gobierno gasta millonadas en la Villa 31, avanzando en su reconversión en el "Barrio 31", donde él mismo tiene sus oficinas. Por supuesto, desde la oposición criticamos y seguiremos criticando la modalidad de urbanización, las farsas de "participación"; pero lo cierto es que, de cara a la ciudadanía, nos va cooptando nuestro discurso. Antonio Gramsci llamaba eso hegemonía por neutralización. Al "comerme" el lenguaje del adversario lo desdibujo, lo dejo sin razón de ser, lo fulmino. ¿Ahora qué vamos a decir?


Son las grúas

Dijimos que la táctica histórica del Frente para la Victoria fue señalar las falencias, los huecos, los debes de la gestión macrista en la Ciudad; sobretodo en lo que respecta a la ausencia del Estado. Incluso en campaña, nuestrxs candidatxs decían cosas como "el Metrobús está muy bien, y la bicicleta también... pero lo que falta son subtes". Como diciendo: todo lo que te muestran de amarillo es una distracción para que no veas todo lo que dejan afuera. Pero de amarillo se va pintando casi todo. Hay que cambiar de táctica. Sin dejar de marcar esos temas, hay que animarse a confrontar con el macrismo de frente. La verdad del PRO se encuentra, como la carta robada, a plena vista.

El modelo (económico) de ciudad que nos propone el macrilarretismo se resume a la fórmula obra pública + negocio inmobiliario. Los grandes intereses financiarizados de las empresas como IRSA, que buscan la valorización del suelo como forma de generar mayor tasa de ganancia, sumado a las grandes constructoras de la obra pública como los amigos de IECSA, SES, Caputo, Techint y claro, Odebrecht. 

¿Quién es dueño de la ciudad? El verdadero Larreta que importa es Augusto, que fue gerente de recursos institucionales de IRSA durante años, antes de mudarse a una silla de director en el Banco Provincia cuando su hermano ganó la jefatura de gobierno. O el amigo Andy Freyre, otro ex-IRSA hoy Ministro de Modernización de la Ciudad. ¿Sabés quién compró IECSA? Marcelo Mindlin, ex vicepresidente de IRSA de 1999 a 2003. En la Legislatura porteña, gran parte de lo que se debate es el negocio inmobiliario. Entregar tierras por aquí, modificar un código de edificación por allá, habilitar una construcción, intercambiar viviendas sociales por permisos de construcción para proyectos faraónicos.

Un proyecto transformador para nuestra ciudad debe ponerle nombre a los verdaderos intereses detrás de los globitos amarillos. Debemos ser capaces de comunicarle a la ciudadanía qué significa ser gobernadxs por estos predadores y cómo eso destruye la posibilidad de una vida urbana digna para nosotrxs y lxs que vendrán.

En los últimos años han aparecido en grandes urbes similares a la nuestra, intendentes populistas que llegaron al poder enfrentando políticas específicas. El alcalde demócrata de Nueva York, Bill de Blasio, ganó las elecciones denunciando la represión y las políticas racistas de la policía neoyorkina (en particular el "stop and frisk"), mostrando su familia bi-racial; pero también nombrando a la élite inmobiliario-financiera que maneja la ciudad a su voluntad mientras las grandes mayorías sufren. "La historia de dos ciudades" fue uno de los ejes de su campaña, evocando la novela de Dickens. En España, PODEMOS no logró la primer magistratura, pero se alzó bien temprano con las alcaldías de Madrid (Manuela Carmena), Barcelona (Ada Colau) y otras, construyendo alianzas pluripartidarias y movimentistas, focalizando en los desahucios como el principal enemigo a derrotar. Eso fueron los ayuntamientos del cambio.


Hagamos populismo urbano

Una táctica porteña requiere construir un adversario claro y visible, enmarcado en la confrontación con el gobierno de los ricos, pero enfatizando su iteración local en las corporaciones inmobiliarias y constructoras. También requiere, con igual importancia, reconsiderar el nosotrxs de la ecuación nosotrxs/ellxs. ¿A quién le habla el kirchnerismo porteño? ¿Simplemente a aquellxs que desean mayor justicia y equidad? ¿Es una apelación ética? ¿O podemos sinceramente convidar a las clases medias urbanas a enfrentar a los grandes intereses que nos gobiernan?

Uno de los mejores momentos de la campaña a Jefe de Gobierno en 2015 fue la publicidad de "Paganini" que desarrolló el equipo de Mariano Recalde. Esteban Paganini, un típico joven profesional de la línea Rivadavia, que trabaja en el centro, y lo viven bolsilleando. La prepaga, la escuela privada, el estacionamiento, el ABL, etc. etc. etc. El eje sigue siendo el Estado, pero estamos apelando desde otro lugar.




Más allá de la alquimia electoral (#UnidadPorteña) que nuestro frente asuma en el 2017, nos tocará articular una campaña netamente populista que ponga sobre la mesa no sólo dos modelos de país, sino también dos modelos de ciudad. Pero en serio.



Estaremos, ciertamente, tentadxs a concentrarnos en la nacionalización de una elección Macri vs. Cristina, donde los ojos de todxs estarán en la Provincia de Buenos Aires. También estará la tentación de enfocarnos únicamente en todo aquello que perdimos desde Diciembre de 2015, eso de "¿estás mejor o peor?"; que hay que decirlo, ha sido mucho. No es lo mismo vivir en una ciudad neoliberal en el marco de un gobierno nacional y popular, que este doble neoliberalismo en el que nos encontramos. Pero debemos también incorporar un lenguaje propio de la ciudadanía porteña, apelar a los sujetos sociales, económicos y culturales que habitan la ciudad.


Lxs inquilinxs, las familias jóvenes, las murgas, los espacios culturales, los teatros barriales, quienes quedan presxs de la educación y la salud privada, lxs propietarixs que ven sus barrios destruidos por las torres, lxs trabajadorxs precarizadxs, lxs que reclaman caminar con seguridad por las calles, el movimiento feminista, lxs jubiladxs, las personas con discapacidades, lxs rappers y lxs skaters, las nuevas juventudes. Debemos construir un gran pueblo urbano que enfrente los intereses inmobiliarios y constructores que destruyen nuestras vidas urbanas. Defender lo que en distintos pagos se llama el derecho a la ciudad.

Lxs militantes peronistas/kirchneristas debemos dejar de sentirnos visitantes en esta ciudad. Extrañxs, ajenxs. Es nuestra, hagámonos cargo. Es nuestra, y nada más. Porque vamos, ¿quién puede dar vuelta esta ciudad, transformarla para que sea verdaderamente justa, igualitaria y floreciente? Debemos despelearnos con la clase media porteña porque es esa misma clase media porteña quien nutre nuestra militancia. Debemos despelearnos con nosotrxs mismxs.

Una elección de medio término emparejada con el calendario nacional quizás no es el escenario más propicio para comenzar la articulación de un pueblo de la ciudad contra los grandes especuladores. Pero, como ha dicho un compañero: la nueva mayoría a construir en 2019 debe tener como punto de partida el 2017. Y eso aplica para nosotrxs, capitalinxs, también.

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