Wednesday, July 17, 2019

Desengrietar y movilizar





Ey, ey, ey
No te duermas
Todo el universo depende de esto
-El Mató Un Policía Motorizado

Luego de cuatro años de calvario macrista, llegamos finalmente a la campaña electoral. Llegamos bastante fuertes, y esa es la primera victoria. Si nos miramos en el espejo de Brasil (Lula encarcelado + Bolsonaro presidente) o en el de Ecuador (Lenin traicionero + Correa proscripto), corresponde reconocer la relativa entereza de nuestro proyecto político y de su principal líder. Cristina y la militancia han persistido en sus posiciones opositoras, han retenido un importantísimo caudal de votos y han articulado una amplia coalición electoral con sectores que otrora nos consideraban el mal mayor.

La candidatura Alberto - Cristina es una reafirmación del kirchnerismo y a la vez una invitación a la construcción de algo más grande: hemos cambiado, queremos ser mejores, las puertas están abiertas para construir una nueva mayoría en la Argentina. Han venido Sergio Massa, Pino Solanas, Victoria Donda, Felipe Solá, el grueso de gobernadores, intendentes, sindicatos, etc.

Sin embargo, es evidente que la victoria no está garantizada. A pesar de la catástrofe social y económica del macrismo, el gobierno aún acumula importantísimas cuotas de poder, maneja tecnologías y recursos superiores, se aferra al odio antiperonista, y cuenta con apoyos económicos y geopolíticos de fuste. Su estrategia es la guerra psicológica; sus objetivos el miedo y la desmovilización. A riesgo de simplificar, parecería que el Frente de Todes cuenta con dos grandes armas para combatir democráticamente la guerra que proponen desde el campo amarillo: la superación de la grieta y la militancia.


Macrismo engrietado

Como bien se recuerda, una de las tres propuestas de campaña de Cambiemos en 2015 fue "unir a los argentinos". En 2013, dos años antes, Jorge Lanata acuñó al ganar un Martín Fierro el término "grieta" para referirse a la manera en que el kirchnerismo "había dividido a la sociedad" (sic). El gran pecado del gobierno de Cristina era romper familias, destruir relaciones de amistad, generar violencia al separar a la población entre "amigos" y "enemigos".

La palabra "grieta" fue inventada por Clarín, es bueno nunca olvidarlo. Porque el kirchnerismo no inventó la grieta, no arruinó familias ni liquidó amistades. El kirchnerismo politizó a la sociedad, abrió el debate público sobre los conflictos y desafíos que enfrentaba la patria, y propuso el involucramiento y la discusión honesta como manera de dirimir opiniones e intereses. La aparición del concepto de "la grieta" sirvió para contaminar ese proceso, para reducirlo a una suerte de River/Boca sinsentido. Si a eso le agregamos la persecución mediática y judicial contra la supuesta "corrupción K", se termina de armar el combo de la impostura. No sólo el kirchnerismo había generado cizaña entre la gente, sino que lo había hecho únicamente "para robar" (sic).

Axel Kicillof publicó este año un libro donde se refiere exactamente a este tema. Se titula "¿Y ahora qué? Desengrietar las ideas para construir un país normal". Retengamos esta idea de desengrietar. Dice Axel:
La grieta fue un instrumento bastante útil para combatir la politización, porque pasamos de una sociedad en la que a nadie le importaba la política a que no se pueda ir a un asado con los amigos sin terminar a los botellazos discutiendo no de fútbol, sino de política. Ese es el papel que juega la famosa grieta: la sociedad argentina se politizó y sobre la politización instalaron el odio, para desactivar la potencia de la política. La idea sería la siguiente: si la sociedad está concientizada y apasionada con la política, se puede discutir y acordar un proyecto incluso mejor que el nuestro, de manera que hay que impedir esa posibilidad de comunicación y reemplazarla por el odio. Que no discutan, que no acuerden, que se maten y se odien. Esa fue para mí la idea con la que se instaló la grieta, para que en lugar de un desacuerdo que hay que solucionar aparezca el odio.
Conclusión N° 1: El macrismo necesita mantener viva la grieta para ganar las elecciones. Inocular miedo y odio son la única manera de evitar que la sociedad tenga un debate serio y honesto sobre los resultados de las políticas macristas y las propuestas reales para salir de la crisis actual. La guerra psicológica del gobierno genera miedo engrietado al gritar a los cuatro vientos que Kicillof es un comunista comeniños, que La Cámpora maneja el narcotráfico en la Mesopotamia y que la gente en situación de calle es una operación K para dañar las chances electorales de Macri. La grieta es la despolitización de la política.

Pero hay otro componente de la guerra psicológica: en años anteriores, Durán Barba jugaba el juego del "underdog", mostrando a Cambiemos como el más débil, el competidor, el menos favorito a ganar. A medida que se acercaba el día de las elecciones, iba repuntando y daban la "sorpresa" el mismo domingo. Pero la catástrofe macrista ha forzado el aceleramiento de los tiempos, y se encuentra en marcha una colosal maquinaria mediática que pretende instalar que el gobierno es tan competitivo, que hasta podría ganar en primera vuelta. Se trata de quebrar psicológicamente al Frente de Todes y a su base social, para que desespere, que se deprima, que se desmovilice. Se trata de hacerle creer a la población en general que las políticas del macrismo tienen más apoyo del que verdaderamente tienen, de solapadamente bajar las expectativas de la gente con respecto al futuro, de anestesiar la convicción y la autoestima del pueblo. Un coro virtual que canta: "No sólo nos mercemos esto, sino que además deseamos que continúe". Una suerte de profecía autocumplida.

Conclusión N° 2: El macrismo necesita desmoralizar para ganar las elecciones. 


Kirchnerismo desengrietado

La guerra psicológica del macrismo pretende engrietarnos. Sin embargo, el gran acierto de la campaña del Frente de Todes ha sido la apuesta por desengrietar. Primero las personas que se han sumado para encabezar las boletas más importantes: Alberto Fernández, un crítico histórico de la grieta y del último kirchnerismo, un defensor de la cultura del encuentro y el diálogo, que no tiene problema a responder (casi) ninguna pregunta de ningún periodista; un tipo común con responsabilidades extraordinarias, como Néstor Kirchner en su momento. Luego Sergio Massa, que hizo gran parte de su carrera política como el hombre anti-grieta, el de la mesura y la avenida del medio, el de los grandes consensos a futuro. Matías Lammens, ni kirchnerista ni antikirchnerista, un progre porteño con sensibilidad social y una gestión admirable en San Lorenzo. Pino Solanas y Victoria Donda: figuras críticas del kirchnerismo desde la izquierda. Ofelia Fernández: la juventud feminista. Y así un largo etcétera. Toda gente anti-grieta.

El mensaje de nuestro candidato a presidente ha sido categórico: lo único que vamos a meter preso si ganamos es a la venganza. El Ministerio de la Venganza, el odio y el miedo, la persecución y la confrontación antipolítica corren por cuenta del gobierno, no de nosotres. En su primer discurso luego del anuncio de la fórmula Fernández-Fernández en Merlo, Cristina evocó el año 2010 y llamó a "recuperar el espíritu de la Argentina del Bicentenario", el espíritu de unidad nacional, de grandes consensos nacionales. Más aún, la plataforma electoral del Frente de Todes llama, exactamente, a unir a les argentines:
Es tiempo de unir a todas las argentinas y argentinos para poder enfrentar juntos las complejidades de una crisis estructural [...] Nuestro país necesita de un nuevo contrato social para poder superar una profunda crisis inducida por las políticas implementadas por el gobierno de la Alianza Cambiemos y afianzadas a partir del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Un nuevo contrato social requiere de compromisos para la emergencia, pero también para el mediano y largo plazo, superando las cíclicas crisis que han caracterizado a nuestra historia.
Queremos abrir un nuevo tiempo político y social en nuestra patria. Un momento de involucramiento y asunción de responsabilidades colectivas. Cristina lo ha llamado contrato social de ciudadanía responsable. Para eso, hay que debatir ideas y lograr grandes acuerdos, abandonando enfrentamientos falsos y argumentaciones viciadas. Se trata de derrotar electoralmente al macrismo para luego entre todes dar un salto hacia el futuro.


El protagonismo militante

Se ha discutido mucho en estos años qué rol tiene el kirchnerismo en el universo peronista. Se ha dicho que es una desvía progresista, que es actualización doctrinaria, que es peronismo de izquierda, que es peronismo del siglo XXI. Pero quizás tenga más sentido pensar al kirchnerismo como la revitalización y la continuidad histórica de la tradición militante dentro del peronismo. 

El peronismo militante es aquel que sostiene la comunidad organizada como un modelo y un horizonte. Es aquel que crece en las unidades básicas, en los merenderos, en las comisiones internas, en los centros de estudiantes. Es el que reivindica la participación ciudadana como forma de consolidar y profundizar la democracia. Es, como dice Damián Selci en su "Teoría de la militancia", aquel que defiende la toma de responsabilidades colectivas al hacerse cargo de los asuntos públicos. La vida no-individual.

El potencial militante del peronismo es de lo que menos entienden consultores de comunicación política, asesores externos y otras faunas que pueblan las campañas electorales. Se puede rastrear en la resistencia peronista, en el luche y vuelve, en la lucha contra la dictadura, frente a la traición del menemismo, en el 2008 con la 125. Su último espasmo fue la aparición furiosa en el balotaje de 2015, sembrada durante una década entera de derechos adquiridos. El peronismo militante despierta en las circunstancias más duras, en los momentos en que la patria está en peligro. Pero hay que saber llamarlo.

Allá en noviembre de 2015, cuando la elección parecía perdida, de formas anárquicas y avasallantes emergieron decenas, centenares de miles de militantes que salieron a defender un proyecto político en su hora crítica. Ese potencial está latente y puede ser conducido políticamente en tanto se lo convoque y se le dé el protagonismo que merece. ¿Por qué no habríamos de invocarlo con toda decisión? Invoquémoslo, con toda decisión.


Movilizar es ganar

¿Con qué espíritu se afronta una campaña donde el adversario es tan catastrófico en sus políticas y tan poderoso en sus herramientas? El triunfalismo y el pesimismo son ambos malos consejeros. Por suerte, la filosofía militante nos ha provisto de infinidad de fórmulas para la lucha política: Gramsci decía que había que combinar el pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad; Baruch Spinoza proponía afrontar el porvenir sin miedo y sin esperanza; Terry Eagleton recomienda esperanza sin optimismo. Son todas formas de decir: la derrota es posible, pero la victoria es alcanzable si creemos en ella y la contagiamos.

Entonces, hay que salir a juntar votos como si faltara uno sólo para ganar, y lo fueras a ganar vos ahora. Perder un voto, ganar un voto, repetir. Pedro Saborido sugiere en sus charlas de comunicación persuasiva que lo tomemos como un juego: probemos qué sirve y qué no, vayamos ensayando distintas tácticas y métodos. Para eso, el Frente de Todes debe convocar ampliamente a su base electoral a abandonar la posición de analistas de la política, de predictores de escenarios estadísticos, de pronosticadores de resultados electorales, de sommeliers de encuestas, opinadores de spots o cuestionadores de jefes de campaña. No se trata de señalar si se hace bien o mal tal cosa; de comentar si nos gusta más o menos lo que dijo Alberto cuando fue a tal o cual programa de televisión; de criticar si la agrupación que tiene una unidad básica cercana está repartiendo más o menos material. Nada de eso sirve, porque no es momento de autocríticas, de balance, ni de análisis, por muy buenos que sean. Es momento de campaña, y eso requiere que seamos protagonistas.

Lo dijo exactamente así Máximo Kirchner en el lanzamiento del Frente de Todes en Avellaneda: "les quiero protagonistas, nunca espectadores". No en el banco de suplentes de la campaña electoral, observando cómo todo sucede, sino jugando de titulares, pidiendo la pelota, arengando, convocando y demostrando cómo se hace, para convocar a otres. Va la cita completa de Máximo:
Es la gente la que va a construir esta victoria. Son ustedes si no se dejan quebrar la autoestima, si se ponen de pie, si demuestran voluntad de transformar la Patria. Si quieren realmente dejar un futuro mejor para sus hijas y sus hijos; lo podemos hacer entre todos y todas. Salgamos a todo ritmo a construir una victoria que conmueva al pueblo y que vuelva a poner en la Casa Rosada alguien que defienda a la gente y no a las corporaciones. Los quiero protagonistas, nunca espectadores.
En esta campaña, la militancia puede persuadir y llevar el mensaje del Frente de Todes hasta el último rincón de la patria. Sin insultar a quien votó a Macri, sin enrostrar ningún tipo de superioridad moral por quien no se interesa en la política, sin gritar ni enojarse. Con convicción, solidaridad y buena leche. En cada barrio, en cada manzana, en cada esquina, en cada almacén y en cada cena familiar, se trata de persuadir para ganar. Escuchar, empatizar, comprender, para luego convencer. Así se gana esta elección. Movilizar es ganar, vamos a por ello.

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